El pasado domingo, 31 de marzo, se cumplían doce años de uno de los
mejores momentos que he vivido en un velódromo, aunque en esta ocasión no fue una
impresión única, sino que tuve la suerte de compartirla con los miles de
personas que ese día abarrotaban en entonces llamado –y recién inaugurado-
Palma Arena. Algunos lo vivimos más de
cerca, otros desde las gradas, pero seguro que todos con la misma intensidad:
el séptimo Mundial obtenido por Joan
Llaneras, ante sus paisanos. “Fue una bomba de emociones que se juntaron
para todos los que estábamos allí. Creo que ha sido la vez que más lágrimas se han derramado en una pelousse”,
recuerda el entonces seleccionador nacional, Didac Navarro. Y este periodista
puede atestiguarlo.
Todo el mundo conocía la especial motivación del de Porreres en
esta cita, no sólo por correr en casa, sino por rendir homenaje al gran
ausente, a su amigo Isaac Gálvez tristemente desaparecido unos meses antes.
Joan se había preparado como nunca, pero en este deporte no es una garantía de
éxito al cien por cien, aunque quienes estaban cerca de él sabían perfectamente
“que estaba en el mejor momento
deportivo de su carrera, y así fue, en un día en el que todo salió perfecto.
La muerte de Isaac había sido un golpe durísimo que acusamos todos, pero
especialmente Joan, terriblemente afectado, en lo que podía haber sido su fin,
pero le sirvió para coger carrerilla y rendirle homenaje, en el escenario
soñado”, añade el técnico valenciano.
Eran las seis y media de la
tarde cuando comenzaba la carrera, con
un velódromo abarrotado y con un calor asfixiante sobre el que se ha
elucubrado mucho, aunque la realidad era bien sencilla: La falta de referencias
sobre el funcionamiento de la calefacción en una instalación atestada de gente,
y que jamás se había testado en esas condiciones, hizo que fuera complicado
regular la temperatura idónea y al final terminase siendo mucho más alta de lo
que podría esperarse. Ello no era un
factor que jugase en contra de nadie, aunque es cierto que exigía un mayor
rendimiento físico, que ‘beneficiaba’ a los mejor preparados.
Por ello, terminó sudando uno
de los dos locutores oficiales de la prueba, el catalán Sergi Valdivieso –junto
al belga Marc Bollen- y que fue uno de los artífices para que estallase el velódromo
en aquella tarde de sábado. “Terminé
empapado de sudor –recuerda- pero siempre pensé que había sido de la emoción,
no del calor”. El caso es que la función de Sergi era apoyar los
comentarios del belga y traducirlos al español o al mallorquín, “pero poco a poco fui cogiendo las riendas de la
carrera y cada vez con más protagonismo, animando al público. Y claro, aunque
extrañado, él me dejó hacer, y al final me felicitó”.
En la grada, cientos de camisetas rojas con la leyenda ‘A
per la setena’, y una pancarta ‘Isaac y sus amigos estamos contigo’, aunque
no hacía falta recordar cuál era el objetivo. No habían transcurrido ni treinta
vueltas –de las ciento sesenta de la prueba- cuando una decena de corredores, entre ellos el español, cogían vuelta. Y
en el quinto sprint, Llaneras daba muestra de sus ambiciones ganando un “cinco”.
Poco después, el de Porreres se iba a
por un segundo “veinte” en compañía del ruso Mikhail Ignatiev, del australiano Cameron
Mayer y del checo Milan Kadlec. Ya se veía que estos corredores iban a ser los
protagonistas de la tarde, junto al belga Iljo Keisse, que compensaba esta
ausencia de la fuga buena sumando puntos en los sprints.
Tras el séptimo sprint, Llaneras encabezaba la general con 45 puntos,
por 43 del australiano y 40 del ruso, posición que ya no abandonaría. Con
esto no le valía: en el octavo sprint se anotaba dos puntos más y en el
siguiente, tres. Pero lo mejor estaba por llegar: a falta de 57 vueltas saltaba en solitario, con una potencia nunca
vista, con una rabia inaudita, con el deseo de dejar definitivamente claro
quién era el más fuerte. Como diría después, no iba a dejar que se le escapara
la carrera en una fuga tonta.
Y si era un espectáculo ver
a Joan, como profesional tengo que reconocer que también lo era escuchar a Sergi, sobre todo cuando
profirió, en uno de los ataques del balear, su mítico “Joan, amb dos collons”,
que obviamente no necesita traducción. “Veía como el público respondía a mis palabras, como reaccionaba y me fui
creciendo, acoplándome a la carrera de Joan. Después de la prueba hablé con
él y me dijo que él no se había enterado de nada, que estaba a su carrera. Pero
Eva –la mujer de Joan- me dijo que sí, que había sido muy intenso”.
Las últimas vueltas nos
dejaron ver a un Llaneras que no quería dejar la cabeza, aunque ya la historia
no fuera con él. El delirio del público era total. Aún sumaría un punto en el
antepenúltimo sprint, para totalizar 76 al final de carrera. El mallorquín solo dejaba la cabeza a dos vueltas
del final, cuando entraban en liza los protagonistas de la batalla del podio, Keisse
e Ignatiev, empatados a 52 de cara a la llegada final: los tres puntos del
belga por su segundo puesto final le daban la plata, mientras que el ruso se
quedaba con el bronce.
Varias
vueltas de honor, con las lágrimas a flor de piel, y con la bandera balear, antes
de subir a la balaustrada para recoger el beso de Eva y de sus hijos Pau y Aina
entonces de muy corta edad, pero plenamente conscientes de lo que significaba
ese triunfo de su padre, su séptimo título mundial, superando la marca del también
balear Guillem Timoner. Luego, investido
con la camiseta roja ‘de la setena’, un pequeño traslado hasta donde se
encontraba Débora Gálvez, la hermana del fallecido Isaac, así como la madre del
campeón. Sobran los comentarios sobre ese emotivo momento.
Mientras tanto, este
servidor dejó de hacer fotos y se
dirigió raudo y veloz hacia el box español, donde se agolpaban decenas de
periodistas deseosos de conseguir las primeras declaraciones del heptacampeón.
Con las prisas, ni pude quitarme el peto de fotógrafo con lo que parecía que
tenía algún tipo de prebenda que no estaban dispuestos a aguantar. “Tranquillos,
es el jefe de prensa”, le recordaron a los ‘nerviosos’. Llegué a tiempo de inmortalizar el abrazo del entonces presidente del
Govern balear, Jaume Matas, y de dirigir una rueda de prensa en la que estaba
claro que las primeras preguntas no debían ser sobre Isaac para que esa
emotividad no se desbordase.
Donde volvieron a brotar las lágrimas fue ya en el podio, donde oficiaron el entonces miembro español del Comité Directivo de la UCI Ramón Mendiburu y el propio Matas, que proporcionaría una anécdota más, al saludar a Valdivieso “ya que quería conocer al locutor que había puesto tan nerviosa a su mujer”.
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