A pesar de su simplicidad, el DAFO es la herramienta básica de
cualquier análisis no solo empresarial, sino necesaria ante cualquier
proyecto profesional o personal. Debe su nombre a las iniciales de Debilidades, Amenazas, Fortalezas y
Oportunidades, si bien por aquello de destacar lo positivo últimamente se
viene hablando más de Análisis FODA, que DAFO.
Sea cual sea la denominación, se trata de analizar los cuatro elementos
que influyen en la situación de partida de esa empresa, de esa organización, de
ese proyecto. Y estos elementos pueden ser positivos o negativos, a la vez
de ser internos o externos, creando esa
matriz que nos puede orientar a la hora de actuar, potenciando los que nos favorecen
y trabajando por minimizar los que nos perjudican.
Pero tengo que reconocer que, a pesar de su
importancia y de la relativa facilidad que supone realizarlo, jamás he visto un análisis DAFO referido
al ciclismo o alguno de sus productos. No sé si es porque se consideran ‘secreto
de Estado’ o simplemente porque no se realizan.
En el caso de la polémica reforma que plantea la UCI para el ciclismo en pista a
partir de 2021, sinceramente echo de menos este análisis –que se haya hecho
o que se haya publicado- ya que, viendo la situación actual de esta modalidad,
podríamos comprender cuáles son los errores de bulto del máximo organismo
internacional y de por qué esta reforma no es tremendamente negativa para nuestro deporte.
La persecución, una de las pruebas malditas. Foto: Román Mendoza |
Comencemos con las fortalezas del ciclismo en pista que son muchas y fácilmente
identificables para aquellos que hayan pisado alguna vez un velódromo o simplemente
visto una retransmisión: la
concentración en un espacio muy reducido de toda la competición, sin
necesidad de desplazarse de un sitio a otro, como sucede en BTT o ciclocross, o
de seguir solo momentos puntuales, como ocurre en la carretera, por muy
emocionantes que sean. Y a diferencia del atletismo, la atención se concentra en un solo punto. La pista es nuestra fórmula 1, la esencia del ciclismo, y se puede
definir con sustantivos como técnica,
ritmo, velocidad, potencia, espectáculo, tensión, emoción… Un excelente
cóctel que nos puede guiar hacia el éxito siempre que tengamos en cuenta el
resto de indicadores.
Por ejemplo, las debilidades. Precisamente esos integrantes que nos resultan tan
atractivos a los amantes de la pista, pueden resultar problemáticos para los que más desconocen esta disciplina.
Reconozco que hay pruebas que pueden ser
más aburridas como las cronometradas –y que se han ‘avivado’ con un sistema
de competición en dos fases- y otras
menos comprensibles –en este sentido la puntuación se lleva el sambenito-,
pero la solución no es acabar con ellas, sino hacerlas más comprensibles. Y el
cambio de la vuelta ganada por el ‘bonus’ fue una decisión acertada en este
sentido, aunque fuera en contra del espíritu inicial de la prueba.
Otra debilidad es su
propia participación. Mientras que los velocistas pueden centrarse en sus disciplinas en
todo momento, los fondistas casi nunca son pistards 100%; más bien al
contrario: la pista es compatible con la carretera –y los efectos formativos están
fuera de toda duda- siempre que se
busque la alternancia, nunca la concurrencia. Ya os centraremos más en ello.
Huub Wattbike ha roto muchos esquemas. Foto: Huub Wattbike |
No obstante, la gran debilidad de la pista ha sido su propia organización. O
falta de ella. El ciclismo en pista ha
dependido siempre de las federaciones y por ello ha estado sujeto a los
vaivenes y caprichos de estas, y, desde luego, a sus escasos recursos
económicos en buena parte de los casos. A diferencia del ciclismo de
carretera, donde el poder reside en los grandes organizadores, aunque los
equipos ejercen un fuerte e interesante contrapeso, en el de pista los grandes
eventos suelen estar controlados de una forma u otra por las Federaciones
–salvo los Seis Días, a los que me referiré posteriormente-, mientras que los
equipos han sido organizaciones residuales o simplemente selecciones B. Salvo en los últimos años… lo que ha
preocupado a algunos.
Pasamos a las amenazas, donde hay que entender que, tanto para los
practicantes como para los espectadores, y no digo nada de los patrocinadores, la mayor amenaza de un deporte es…. otro
deporte. Y de todos ellos, sin duda el
más cercano es el más peligroso. Y para el ciclismo en pista es el ciclismo en
carretera, por mucha compatibilidad y permeabilidad que pueda y deba haber
entre ambas disciplinas, como decíamos antes.
El ciclismo en carretera es el más popular y el
más visto/practicado durante buena parte del año –marzo a septiembre, sobre
todo-, por lo que pensar que el de pista
pueda compartir y competir con él en esas fechas es una temeridad, y la
estrategia pasa por ocupar el ‘nicho de mercado’ que le deja libre, es decir,
la temporada invernal.
Viviani, pista, Seis Días. una combinación ideal... si se sabe juntar Foto: Seis Días de Gante |
Fue la acertada decisión que se tomó a cabo a
mediados de la pasada década con un nuevo calendario que, aunque ocupaba todo
el año, tenía sus puntos culminantes
cuando la amenaza de la carretera había desaparecido o estaba más diluida.
Y es precisamente revertir esta decisión y volver a la situación anterior –con
las Copas del Mundo compitiendo, es un decir, con Tour de Francia o Vuelta a
España- demuestra que no se ha
analizado, se ha minusvalorado o no se ha tomado en serio esta amenaza, la gran
amenaza
.
Y terminamos con las oportunidades, que es donde termino de verlo menos claro, y en
donde más echo en falta el análisis UCI,
ya que, si han generado todo este
terremoto trasladando el grueso de la competición a verano y prescindiendo de
los equipos, es porque piensan que en invierno puede haber algo que les reporte
pingües beneficios. De imagen y sobre todo económicos. Pero nada, el mutismo
más absoluto dentro de esa política de hechos consumados que practica el máximo
organismo mundial, a pesar de haber prometido diálogo, y que, si no sale según
lo esperado, paso atrás sin excusas ni explicaciones, pero con daminificados.
Creo que ahora mismo la mayor oportunidad está en la armonización del calendario, con un
circuito organizado en el que cada vez tengan más peso los organizadores
privados, de forma que, junto a los Seis Días, por ejemplo, se cree un circuito mundial para velocistas,
por ejemplo, y se dejen de dar palos de
ciego con las Copas del Mundo o con los sucedáneos que se han propuesto en
numerosos momentos. Y esa armonización
pasa por regular y potenciar los equipos comerciales para que sean, como en
carretera, BTT o ciclocross, la fórmula habitual de participación internacional.
Las matemáticas son maravillosas, y como dice el refrán, no hay peor ciego que el que no quiere ver. El análisis no lo puede dejar más claro: en el S. XXI, condenar un deporte al amateurismo más rancio es sacarlo por completo de cualquier visibilidad ó repercusión social.
ResponderEliminarY como en cualquier otra actividad, la visión única, por muy oficial que sea, no es ni más ni menos que una visión con el sesgo de quien manda. El statu-quo federativo es el que es, y cuenta mucho más para el que manda mantenerse que promover la competición, la comparación, el auténtico deporte.
En cuanto se han consolidado equipos comerciales capaces de plantar cara a las mejores selecciones nacionales, han saltado todas las alarmas federativas. Claro, ellas se deben a sus patrocinadores públicos, y los resultados adversos no gustan en absoluto. Qué curioso, si al fin y al cabo es un tema de patrocinio, y qué pena confundir ser el único con ser el mejor...
Y ya centrándonos en temas más cercanos, es sonrojante el nulo aprecio que la RFEC y las territoriales tienen con la seguridad y la calidad formativa en categorías infantiles. Con la accidentalidad bestial que tenemos todas las competiciones hasta categoría cadete tendrían que ser en pista ó en circuitos ciclistas. Eso redundaría en más seguridad y en una base mucho más sólida para cualquier desarrollo posterior.