En la primera parte de este artículo dejábamos a José Antonio Escuredo como flamante recordman del mundo del kilómetro, tras haber batido la antigua marca de Maik Malchow en la Copa del Mundo de Quito 1995, con un registro de 1:01.945, aventajando en más de un segundo a los siguientes clasificados, por lo que se postulaba como uno de los grandes favoritos para el Mundial de Bogotá, menos de dos semanas más tarde.
Vaya pareja: campeón olímpico y recordman mundial. Foto: JA Escuredo |
Pero no le
salieron las cosas: sus 1:02.841 le dejaron muy lejos del podio –finalmente fue
sexto- y además los 1:00.613 del australiano Shane Kelly no sólo le daban el oro, sino que rebajaba la plusmarca de Escuredo en tres décimas, un
registro que apenas le duró once días. También el segundo clasificado, el
francés Florian Rousseau (1:01.350), y el tercero, el norteamericano Erin
Hartwell, (1.01.740), estuvieron por debajo del antiguo récord del mundo del
español.
La mala
actuación de Escuredo se gestó en la mañana del día de la competición, en una historia que ya ha
contado a mucha gente, pero que creo que nunca se había escrito, al menos de
forma tan detallada. “La competición era a primera hora de la tarde, por lo que
salí por la mañana para hacer una hora con el resto del grupo de fondo.
Ellos seguirían entrenando y yo regresaría al hotel, a comer y al velódromo”.
Eso era lo previsto… y lo que se trastocó.
“Cada mañana iba con nosotros un colombiano, que llevaba una bici de BTT, pero
bastante buena y que no estaba mal de forma. Ese día, cuando me di la vuelta,
dijo que me acompañaba. En un momento dado me dijo que su tío hacía unas
figuritas, que no vivía lejos del hotel y que me quería regalar una, que le
acompañase y me la daba. No me pareció mal porque no iba a perder mucho
tiempo”.
“El caso es que cuando llegamos allí, el tío
no estaba. ‘No te preocupes, que no tardará’, me dijo. Y allí nos quedamos,
hablando de bicicletas. Empezó a preguntarme cosas sobre la que llevaba
hasta que en un momento me pidió que si la podía probar. No se me hizo extraño,
ya que tenía la confianza de los días anteriores, y allí se puso a dar
vueltas, bastante cortas, y sin perderle de vista”, continúa contando Escuredo.
En el bloque de salida, el gran problema. Foto: JA Escuredo |
La situación cambio cuando llegó otra
persona, con una llanta en la mano. “’¿No está el tío?’, dijo. ‘Espera un
momento, que estará en no sé dónde’, le contestó. ‘Voy a buscarle’. El caso
es que cogió la BTT, mientras que el otro seguía dando giros con mi bici, cada
vez más grandes, hasta que dobló la esquina y se marchó. ¿Seré gilipollas?,
me dije, cuando me di cuenta de que estaba ahí, pasmado, con una llanta vieja
en la mano y sin la bicicleta”.
Y de la confianza de la situación anterior,
el velocista pasó al cabreo y al recelo. “Apareció otra persona, con un coche,
y me dijo: “Hermano, ya le robaron la bici”. Se ofreció a llevarme al hotel,
pero yo estaba receloso, pensando que sólo faltaba que me secuestraran.
Pero no pasó nada más”.
En realidad, sí sucedió. Escuredo llamó a
la policía, para ver si podían recuperar la bicicleta, perdiendo un tiempo
precioso para comer y llegar con tiempo. “Si llega a ser ahora, le dan
directamente a la bici. Pero me empeñé en buscarla, para nada. La policía me
llevó directamente al velódromo, casi sin comer y cuando todos mis rivales
ya estaban ya calentando. El ruso –el seleccionador, Alexander Nietzigortsev- se subía por las paredes”.
El gran éxito de la carrera de Escuredo, la plata en el keirin de Atenas. Foto: COE |
Para colmo de
males, el gran temor de Escuredo, como nos contaba en la primera parte, era quedarse enganchado en la salida. Y así
le sucedió. “En aquella época, salíamos de dos en dos. Me tocó con el italiano Capitano y
a mitad de recorrido me sacaba un segundo, y al final terminé con más de un segundo yo. Aunque en aquella época pensábamos que los resultados eran por
casualidad, y que no tenías referencias, pero la verdad es que estaba muy fuerte. No te digo para ganar, pero sí que perdí una medalla segura”.
Escuredo no
tendría una oportunidad igual en el kilómetro -undécimo
en 1996, decimotercero en Atlanta’96, décimo en 1997 y 1998 y noveno en 2000-, pero
se iría orientando hacia el keirin, que
por entonces era una prueba recién estrenada, donde conseguiría sus mayores éxitos individuales: un subcampeonato
olímpico, en Atenas 2004, y dos platas mundialistas, aparte de otros dos
metales mundialistas en la velocidad por equipos. Pero esa es otra historia. Kelly
ganaría también los dos Mundiales siguientes, en una disciplina en la que
lograría hasta nueve medallas, cuatro platas y dos bronces más.
Cinco años
más tarde, Arnaud Tournant batía la plusmarca del
australiano en México (1:00.148) y, como contábamos recientemente, se convertía un año más tarde en el primer hombre en bajar del minuto en la distancia (58.875). El récord del galo permaneció doce años en lo más alto
de la tabla hasta que François Pervis lo pulverizaba en Aguscalientes,
dejándolo en 56.303, que permanece como un reto inalcanzado, aunque creo
que alcanzable, en la actualidad.
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