Siempre me han fascinado los documentales. Y como no podía ser de otra forma, los documentales de ciclismo, que tanto se han puesto de moda a raíz del estreno de ‘El día menos pensado’. Creo que son el equivalente audiovisual a los libros dentro del mundo de la escritura. Algo que en los últimos años también ha tenido un auge sin precedentes en nuestro país gracias a Cultura Ciclista o a Libros de Ruta.
En el ámbito
de los velódromos, aunque desgraciadamente no hay mucha literatura, sí
que he encontrado algunos documentales bastante interesantes como ‘Supersonic’
o ‘The French samurai’, sobre los mejores momentos de François Pervis en
el keirin japonés; ‘How to win gold’, con otro gran mito como es Chrís
Hoy de protagonista, o ‘The pursuit’, centrado en el trabajo de estos
fenómenos que son los chicos de Derbados, del Huub Wattbike. Por ello no puedo sino echarme una risotada cuando recuerdo lo que comentó una advenediza en este mundillo, no hace
mucho tiempo con ocasión de un Campeonato de España de pista, que era
difícil hacer vídeos de esta modalidad. También es difícil publicar libros, sobre todo si no se escriben.
Como decía, el
documental sobre el día a día del Movistar ha sido la confirmación de que en
ciclismo se pueden contar historias desde dentro, aunque ya lo llevaban
haciendo de forma muy interesante equipos como el GreenEdge o los Wolfpack del
Deceunink-Quick Step. Quizá el éxito de la historia de los telefónicos esté en
que nos pilla mucho más cerca, y en la sinceridad para contarnos en imágenes, y
‘oficialmente’, unas relaciones deterioradas que eran de dominio público.
Además, la coincidencia con ‘El último baile’, la historia de Michael
Jordan, ha supuesto una sinergia que favorece que se hable del documental
como una nueva vía de expresión del deporte. Una vía infravalorada e
infrautilizada en el ciclismo, sobre todo en el nacional.
También soy de
los que piensa que, en muchas ocasiones, un buen reportaje -sin darle esa patina
de documental, que parece más elevada- puede ser mucho más atractivo que un
directo. Y en el caso de la pista, se han perdido muchas buenas ocasiones.
Por ejemplo, cualquier Campeonato de España puede convertirse en una buena
historia si se sabe encontrar el hilo -humano- conductor. Así, me pareció
lamentable el que se hizo sobre los Nacionales de Palma 2017 cuando Albert
Torres se marcó como objetivo homenajear a Xavier Bonnin, su suegro
recientemente fallecido. Se podría (se debería) haber contado esa historia
plasmada en sus cinco oros, pero se quedó en una simple sucesión cronológica
de imágenes. Lo fácil y lo de siempre: no me extrañan, pues, las
manifestaciones a las que antes me refería.
Claro que si
alternativa es saltarse cualquier tipo de imágenes -no solo reportaje, también
el directo- como pasó en los Campeonatos de España de Valencia el año
pasado… apaga y vámonos. Y es que el ciclismo nacional tendrá que trabajar
estos canales comunicativos -en definitiva, informativos- ante las
consecuencias de la pandemia, una de las cuales será la restricción o la
ausencia de público, o la desaparición de patrocinadores en la misma
medida.
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