Uno de los temas que tengo
pendientes de abordar en TrackPiste es la historia
de los velódromos en París, la que podría ser definida como la capital
mundial del ciclismo en pista. A la espera de reunir material suficiente para
escribir dicho artículo, lanzo este ‘avance’ dedicado al recinto con más
historia de todos ellos, el Velódrome
d’Hiver o simplemente Vel d’Hiv, el único velódromo cubierto con que contó
la capital parisina, excepción hecha del INSEP o las eventuales competiciones
en el palacio de París-Bercy, hasta la reciente construcción del de Saint
Quentin-en-Yvelines –que en realidad no está en el mismo París, sino en una de
las localidades de su periferia-. Y lo hago por dos motivos: por haberme terminado esta semana la
historia de dicho recinto, en un libro escrito por Liliane Grunwald y Claude
Cattaert, y por cumplirse en estos días el 78º aniversario de la más desgraciada de sus muchas historias,
la llamada ‘Raffle del Vel d’Hiv’.
En realidad no hubo uno, sino dos Vel d’Hiv. El
primero fue simplemente el acondicionamiento de la Galerie des Machines, uno de
los pabellones de la Exposición Universal de 1889, que había quedado abandonado
pero en pie. Herni Desgrange –si, si, el
padre del Tour de Francia y el primer recordman oficial de la hora- le
preguntó al arquitecto Gaston Lambert si podía acondicionarlo como velódromo, a
lo que le respondió que podría crear una
pista en su interior de 333 metros y 8 de ancho. Y lo hizo en menos de un mes.
Inaugurado
el 20 de diciembre de 1903, apenas duró siete años, ya
que se decidió la demolición del edificio debido a que –en pocas palabras- era un mamotreto poco estético que tapaba
la vista de la Torre Eiffel. Desgrange decidió encargar un nuevo velódromo,
muy cerca de allí, en la manzana del Boulevard Grenelle y la rue Nelaton –junto
a la estación de metro de Bir Hakeim-, que sería también edificado por Lambert dejando algo lo más parecido a lo que
entendemos ahora por un Palacio de Deportes, con un aforo de 17.000 personas en
gradas de ladrillo y cemento, aunque sin apenas comodidades, totalmente ‘atascados’
en algunas zonas y en otras –las zonas con entradas más baratas- sin casi
visibilidad. Un velódromo ya de 250
metros que tardó algunos meses en inaugurarse a causa de inundaciones en el
Sena, y que se abrió el 13 de febrero de 2010, con una competición de
patinaje, el ‘Patin d’Or’.
Poco después de su inauguración, en 1913. Wikipedia.fr |
Los organizadores George
Berretot, Jeff Dickinson –que renovó y modernizó- el interior del recinto en
1931- o Hubert Grunwald, el speaker Bob Desmarets o las reinas de los Seis Días, no simples bellezas sino elegidas entre
algunas de las grandes artistas de la época y con verdaderos ‘piques’ entre
ellas por obtener la nominación, fueron protagonistas en aquel recinto en
el que se congregaba, sobre todo en los años de entreguerras, todo el ‘bello
Paris’, toda la bohemia, muchas veces
simplemente para dejarse ver antes de acudir a los cabarets.
Y en el recinto, deportes
como boxeo, catch, tenis, baloncesto, patinaje o hockey, aparte de ciclismo,
claro está, pero también algunos
espectáculos insólitos –o por lo menos desconocidos en aquellos años en Europa-
como una ‘Caza de fierras’ con leones, que acabó en desastre en todos los
sentidos, rodeos, que tuvieron que disputarse según el estricto sistema
norteamericano por la presión de los sindicatos, competiciones de hípica,
‘Holiday on Ice’, circos de todo tipo o las ‘Nuits de l’Armée’, un espectáculo
de tipo festivo-militar, que ahora nos resultaría bastante estrambótico.
También estuvo presente el
‘Vel d’Hiv’ en los Juegos Olímpicos de París 1924, aunque no acogió el ciclismo en pista, que en aquella época era más digno de un velódromo al aire libre como ‘La Cipale’, sino de boxeo, lucha o
levantamiento de peso.
La raffle. Twitter David Guénel |
Si tenéis ganas de conocer
más sobre lo que significó el ‘Vel d’Hiv’, deciros que la obra de Grunwald y Cattaert está disponible en formato e-book, eso
sí, en francés, pero que algunos grandes escritores dedicaron páginas a
este recinto histórico como Ernest
Hemmingway, habitual espectador de los Seis Días y otros eventos, en ‘Paris era
una fiesta’, sobre sus recuerdos cuando vivió en la capital gala, entre
1921 y 1926.
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