Aunque faltaba
por oficializarse la sede definitiva del Mundial, desde hace unos días se daba
por seguro que el evento que hoy hemos conocido que se disputará en Imola
(Italia) iba a celebrarse solamente para ciclistas élites, hombres y mujeres.
Es perfectamente comprensible -y lo compartimos- que cuantas más categorías
hubiera, más riesgo de contagios en la situación actual, por lo que es
perfectamente comprensible que se haya prescindido de juniors y de sub23 por
estas razones -aparte de la prueba mixta por relevos, un bodrio que debe
cambiar completamente pata tener el atractivo que se le buscaba-.
Lo que no se
ha dicho es que con este formato reducido ya no entra en colisión el final
del Tour con la crono masculina -algo que jamás se debería haber
permitido-, y que tanto para los organizadores como a la UCI y a las
federaciones nacionales la supresión de hasta siete carreras supone un
ahorro nada desdeñable en estos tiempos.
Para los
juniors europeos queda el consuelo de que habrán podido disputar hace unos
días sus Campeonatos continentales, aunque ya vieron cómo se perdían el
Mundial de pista de El Cairo y ahora se pierden el de carretera.
Y por una vez,
y sin que sirva de precedente, la pista española se beneficia y algunos de
los juniors o sub23 que estaban llamados a perderse el Nacional de Tafalla por
su posible selección para el Mundial de Aigle, ahora podrán luchar por los
maillots rojigualdos. Algo que no pudieron hacer el año pasado por esa
absurda querencia federativa de no ‘proteger’ el Nacional de pista.
Así pues,
podemos ver en el Miguel Indurain -si la Federación no escamotea el ‘streaming’
como hizo en 2019, ya que el evento será a puerta cerrada o si no se complica
epidemiológicamente la situación en Navarra- a corredores como los juniors
Antonio Nieto, Jorge Gutiérrez, Eva Anguela o sub23 como Raúl García o Xabier
Mikel Azparren que estaban en los planes de los seleccionadores nacionales de carretera... y en los de Raúl Mena para Forlì.
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