Si el trono histórico de la velocidad mundial puede plantear algunas dudas entre Daniel Morelon y Koichi Nakano -aunque cada vez encuentro más personas que se decantan por el francés-, está bastante más claro que el tercer puesto de este hipotético podio debería corresponder al siete veces campeón del mundo profesional Jef Scherens, del que hoy se cumple el 112 aniversario de su nacimiento, en Werchter, cerca de Lovaina.
Su trayectoria es bastante frecuente en
el mundillo ciclista: chaval que se desplaza a su trabajo en bicicleta, que demuestra
sus cualidades en alguna carrera menor y que decide dedicarse al ciclismo.
Solo que, en este caso, Poeske -una derivación del original Poeterke, vocablo
flamenco para designar a los corderos o cabritillos pequeños que usaba su madre
con él- se decantó por el ciclismo en pista, dada su rapidez. Y Poeske,
que también puede significar gato en dialecto frisón, es un término que se
adapta perfectamente a sus cualidades como velocista, ya que poseía un ‘salto’ felino final que le hacía insuperable, valorando perfectamente el momento en que debía
atacar para doblegar a sus rivales.
Por lo tanto, el Mundial de Milán, un
año más tarde, se presentaba con todos los alicientes por la revancha entre
belga y neerlandés, que cumplieron los pronósticos y se plantaron en la
final, que por primera vez se disputaba a dos enfrentamientos ganados. En la
primera manga, lo resbaladizo de la pista, ya que había estado lloviendo,
supuso una caída de Van Vliet, que arrastró a Scherens. Por este motivo, se
decidió suspender la final y aplazarla al día siguiente... sin que hubiera día
después. El estallido de la II Guerra Mundial, que en Italia supuso una
inmediata movilización, se tradujo en la cancelación del Campeonato, que quedó
vacante, igual que el de persecución individual, que ese año se disputaba por
primera vez.
Con 37 años en el siguiente Mundial
disputado -en 1946-, parecía que sus mejores tiempos estaban
definitivamente pasados, ya que no pudo meterse ni en semifinales. Craso
error, un año más tarde en París volvía a vestirse de arco iris, por séptima
vez, al superar en la final al local Louis Gérardin, más conocido
posteriormente por su faceta como técnico de la selección gala. Una final
agónica, en cuatro mangas, ya que una fue suspendida, y sólo en el desempate
fue capaz Scherens de doblegar al francés.
Posiblemente fue el primer velocista
especializado de la historia. No competía nunca en otras pruebas de fondo
para no arruinar su formidable sprint final, y tampoco solía entrenar en carretera:
lo normal era verle en el velódromo entrenando arrancadas en diferentes distancias
y consiguiendo el fondo necesario en sesiones tras moto.
Notablemente dotado para los
instrumentos musicales, y para deportes tan variopintos como el tiro con arco,
el esquí acuático o el automovilismo, también se destacó por su afición al vuelo
y a las acrobacias aéreas, con más de una alarma por sus actuaciones temerarias.
Pero también siguió vinculado al ciclismo, en su Lovaina de adopción, donde se
celebra en su honor desde 1963 el Gran Premio Jef Scherens, aunque sea una prueba de carretera. Falleció
a los 77 años el 9 de agosto de 1986.
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