Mucho antes de que el final junto a las murallas se convirtiera en un clásico en la etapa de la Vuelta a España de Avila -con la exhibición del llorado Frank Vandenbroucke en 1999 aún en nuestras retinas- todos recordamos aquel histórico desenlace de la edición de 1983, cuando Bernard Hinault, en las carreteras abulenses, asestaba un mazazo a las aspiraciones de Julián Gorospe -y de todo el ciclismo español- de conquistar aquella edición.
La etapa finalizó en el velódromo Adolfo Suárez de la capital abulense, un recinto que ya no existe, puesto que fue demolido para
ampliar el estadio de futbol, aunque hasta hace poco -no sé si aún- quedaban
algunos restos de lo que fueron los peraltes. No fue la única etapa que terminó en ese escenario.
Foto: Pesarrodona dando la vuelta de honor en Anoeta. Pinterest |
Pero antes de esos años, la Vuelta
había terminado en San Sebastián en un velódromo levantado para la ocasión, en Atocha. Y es que en,
1960, y de nuevo lo encontramos en Diario Vasco, el entonces estadio de
la Real Sociedad fue escenario del final de la decimotercera etapa de la
Vuelta, procedente de Logroño, y que ganaría ni más ni menos que Federico
Martín Bahamontes. Claro que el escenario no se había montado solamente por
la Vuelta, sino para permitir una reunión vespertina de pista con la
presencia del entonces todavía bicampeón del mundo Guillermo Timoner.
No fue ni mucho menos el único estado de
fútbol que se convirtió en velódromo para acoger a la Vuelta a España. En este interesante
post de la SD Eibar se recuerda cuando ‘Ipurua se llenaba para ver ciclismo en un velódromo portátil prestado’, en los años 60, destacándose, en lo que
a la Vuelta se refiere, cuando en 1963 se vistió de gala para ser
final de la sexta etapa, que había comenzado en Bilbao, y que se adjudicaba
el francés Guy Ignolin.
Dos años antes, el estadio valenciano
de Mestalla también había habilitado un velódromo sobre su césped, sobre el
que se imponía el también valenciano Angelino Soler, a la postre vencedor de
aquella edición.
No me consta ninguna llegada similar en Cataluña, pese a que la Volta visitó Horta en los ochenta, con triunfo de Jean Claude Bagot. Pero el menos velódromo de todos los velódromos españoles, el de Torrelavega, sí ha acogido a menos el final de dos etapas contrarreloj en la ronda española: en 1973, con triunfo de Eddy Merckx, en el segundo sector de la decimoquinta etapa, y en 2018, en la decimosexta jornada que se llevaba Rohan Dennis. Y en Asturias, algunas de las metas de Gijón se instalaron en el velódromo de Las Mestas, por ejemplo, en 1976, saldando al sprint una larga jornada de 249 kilómetros desde Palencia, o en 1980, cuando Jesús López Carril rendía homenaje, con una larga escapada en la etapa que les traía desde Santander, a su hermano Vicente, fallecido unos pocos meses antes en una pachanga en la playa.
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