Por ello, es de un enorme interés el reportaje que publicaba
ayer la web neerlandesa Trouw, centrado en la visita del campeón del
mundo Harrie Lavreysen al artesano especializado Cornelis Tepstra, para
encargar unas zapatillas de carbono que le acompañen en su objetivo de lograr
el oro en Tokio.
Un calzado especial que aguante su potencia máxima de
2.500 vatios –“con la que hace trizas unas zapatillas normales”, y que
tienen un coste de 1.500 euros el par, como se desprende de los encargos
que le realizan desde países como Japón.
Entre los detalles que apunta Lavreysen, el más significativo
es que no es un calzado cómodo, incluso resulta doloroso. “La comodidad no importa. Nunca llevo
zapatillas de ciclismo durante más de 15 minutos. Me los quito de
inmediato entre sesiones". Tan ajustados, que no queda ni un milímetro libre
entre los pies y el calzado, y que le obliga a cortarse las uñas en cada
competición para que se adapten como un guante. Duros como una roca, con el
objetivo de que toda la potencia muscular se transmita de forma efectiva a
los pedales.
El reportaje, en neerlandés, puede
leerse íntegramente en este enlace.
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