Se han escrito muchas líneas sobre la medalla de oro de José Manuel Moreno ese 27 de julio de 1992, con la que se abría el medallero español en los Juegos Olímpicos de Barcelona y el de la pista nacional en toda su historia. Desde TrackPiste somos conscientes de que casi todo está dicho, pero no por ello queremos pasar por alto este momento histórico, en nuestro repaso por la historia del ciclismo de pista en los Juegos Olímpicos, por lo que reproducimos esta narración en primera persona de Moreno, sacada de una conversación mantenida hace escasas semanas con el corredor.
Fotomontaje con la medalla. Barcelona Fundación Olímpica |
‘Si Moreno no medalla, culpa tuya’
En mi caso,
dormía en unas habitaciones al extremo de la Villa Olímpica, al lado de Eritrea
y que estaban separadas del resto de la selección, porque lo que buscábamos era
estar tranquilos, ya que todo el mundo quería hablar conmigo, y lo que se
trataba es de tener las menores distracciones posibles. Creo que esta noche
dormí unas cinco horas, porque soy de poco dormir, lo que me había llevado a
tener algunos problemas con Alexander que era una máquina y pretendía que lo
fuésemos también nosotros, que quería que durmiésemos ocho horas y para mí era
imposible. Me levanté muy tranquilo. Había entrenado bien, sabía que estaba
fuerte y me sentía superseguro, aunque sea una persona muy nerviosa. Tenía todo
protocolizado, memorizado. En veinte meses había hecho 58.000 kilómetros y sólo
me quedaba ratificarlo. Siempre queda
algún resquicio, pero sabía que, si no tenía ningún problema, sería campeón
olímpico. Tomás, el psicólogo que teníamos en el CAR de Sant Cugat, siempre se
sorprendía de mi tranquilidad, de mi confianza, del autocontrol que tenía.
Conmigo estaba normalmente muy pocos minutos, mientras que con otros compañeros se
tiraba mucho más tiempo.
Por la mañana
solo hice unas arrancadas, seis de quince segundos, como activación. Comí a la
una y me fui pronto para el velódromo porque la única posibilidad que tenía de
rodar por la pista un rato es estar antes de que comenzarán las pruebas. Con
esto quiero decir que llegué muy pronto y que no es cierto lo que se ha contado
de que llegué poco antes de la prueba en helicóptero: salí del box justo cuando
había aterrizado uno al lado del velódromo y de ahí la confusión.
No
es cierto lo que se ha contado de que llegué poco antes de la prueba en
helicóptero
A las cuatro me metí en el box y a las cinco comencé el protocolo de calentamiento, aislado de todo, con los walkman puestos y la misma música de siempre. Estaba previsto que corriera a las ocho, pero todo se retrasó mucho. La pista estaba muy resbaladiza por la humedad, hubo muchas caídas y se acumuló bastante retraso. Al final salí a las diez menos cuarto.
Allí estábamos
Toni Cerdá, Juanito Garcías, Teo Cabanes y Alexander. Y yo, en un rodillo
pequeño. Toni salía y al rato llegaba para decirme que había más retraso.
Entonces me bajaba del rodillo un rato y luego volvía a montar. Pero tampoco me
ponía nervioso esta situación. Al final me llamaron a las nueve y media. No
había visto a ninguno de los rivales, porque estaba a lo mío y no era como
ahora que tienes pantallas por todos los lados; en el box estabas casi
encerrado. Toni venía y me decía ‘Fulanito ha hecho 1.04’, por ejemplo. Y
todavía me quedaba más tranquilo, porque sabía que podría estar en 1:03.
Portada de Mundo Deportivo, con el gaditano dando la vuelta de honor |
Había salido lento porque estaba programado así,
para llegar entero a los últimos metros
Hice la primera vuelta en 19 segundos (19.007 concretamente), y sé que hubo gente que se preocupó porque era el sexto tiempo y pensaban que iba lejos de los mejores, pero estaba todo controlado. A mitad de carrera llevaba 33 (32.954) y ya en la tercera vuelta iba por delante casi un segundo (47.656). Había salido lento porque estaba programado así, para llegar entero a los últimos metros, donde todos se venían abajo. Llegué más entero que los demás por eso gané el oro. 1:03.342 fue el tiempo, que además era récord olímpico –vigente desde 1969, en la altitud del velódromo de México-. El australiano Shane Kelly y el estadounidense Erin Hartwell me acompañarían en el podio.
Cuando terminé me dieron una bandera de España y otra de Cataluña. Y recuerdo que Toni fue el primero en felicitarme, aunque se le cayeron las gafas y casi me tira. Luego mi cuñado me dio una bandera de Andalucía. Llegué al box y allí me felicitó todo el mundo. Habíamos sufrido mucho y fue un hito para España. ¿Alexander? Me abrazó, pero en seguida me metió prisa para irnos para el hotel, porque al día siguiente comenzaba la velocidad y también había opciones de medalla.
Subí al podio, en chándal, y me pusieron la medalla y me dieron en la mano el maillot –ese jersey con los aros olímpicos con el que no hay fotos-. Ese maillot y el de campeón del mundo, así como una réplica de las medallas, las llevé a la Ermita de Santa Ana, pero las robaron después. Las medallas aparecieron, aunque destrozadas, cuando vieron que no tenían valor económico, pero los maillots, nunca más se supo. ¿La bici? Una está en el Museo Olímpico de Barcelona y la otra la tiene Sol, de Otero, y pienso que no pueden estar en mejor sitio.
El momento más emocionante de mi vida, al ver que esos
dos años de tanto sufrimiento tenían sentido
Volviendo a
Barcelona, tras la prueba me cogieron Olga Viza y Matías Prats, y luego toda la
prensa. Entre eso y el control me dieron la una y media, y sin cenar, y recuerdo
que no me pude acostar hasta las tres, y al día siguiente me tenía que levantar
a las seis porque las clasificatorias comenzaban a las nueve. El ruso cada vez
estaba más cabreado, porque tenía que descansar y así pasó lo que pasó, que
perdí todas las opciones.
Pero la medalla de oro del kilómetro fue el momento más emocionante de mi vida, el resultado de muchos años de trabajo, y el ver que esos dos años de tanto sufrimiento tenían sentido, porque la compensación fue tremenda. Además, fue un acicate para el resto de los españoles; se convencieron de que también podían ser campeones.
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