Unos Juegos que tuvieron algunos
escándalos previos en cuanto a destaparse sobornos en la compra de votos para
decidir algunas ediciones, así como varios casos de dopaje. Pero durante las
dos semanas de Sidney, que se retrasaron a la segunda quincena de septiembre
al estar en el Hemisferio Sur, todo fue como una balsa.
Una edición en la que estuvieron todos
los países del Movimiento Olímpico menos Afganistán, castigado por no querer
llevar participación femenina, y en la que incluso pudieron estar los
caballos de estas naciones, a los que se les eximió de la obligada cuarentena,
la misma que propició que las pruebas hípicas de Melbourne 1956 se celebrasen
en Estocolmo.
En lo que se refiere al ciclismo en
pista, destacar el considerable aumento de pruebas, hasta un total de doce,
aunque con un profundo desequilibrio ente mujeres y hombres: mientras que para
las féminas se añadían los 500 metros, con un total de cuatro
competiciones, los hombres veían su programa aumentado hasta ocho pruebas, con
la inclusión del keirin, la velocidad por equipos y la madison.
Entre el 16 y el 21 de septiembre se
disputaron estas pruebas, en el velódromo Dunc Gray, que recibía su nombre del primer medallista australiano en pista, un recinto cubierto, como sería
ya norma a partir de entonces, construido para la ocasión, con un aforo de
3.150 personas, con una cuerda de 250 metros, y una superficie de madera que
resultó ser bastante rápida. En ella se alinearon nueve españoles y una
española, Dori Ruano, a la que le correspondió el honor de ser la primera
ciclista olímpica española de pista, aunque el gran triunfador español fue
Joan Llaneras, con el oro en la puntuación, con sendos diplomas para José
Antonio Villanueva, David Cabrero y la propia Ruano.
Por el contrario, en la madison no
pudo tener tanto protagonismo formando pareja con Isaac Gálvez, ya que ninguna
pareja ganó vuelta y quedaron en un anónimo decimotercer lugar, y que desgracciadamente no podrían volver a competir juntos en unus Juegos. El
triunfo, cargado de emoción por sus circunstancias personales,
correspondió a los australianos Scott McGregory y Brett Aitken, por delante de
los belgas Etienne de Wilde y Matthew Gilmore y los italianos Marco Villa y
Silvio Martinello.
Los españoles realizaron un notable
papel en las pruebas cortas, aunque
desgraciadamente el trío español -Salvador Meliá, José Antonio Escuredo y José
Antonio Villanueva- estaba llamado a más altas cotas. Y es que un fallo en la clasificatoria hizo que España quedase novena y no pudiera corregirlo en los
enfrentamientos ‘cuerpo a cuerpo’. Afortunadamente subieron al podio en el
Mundial algunos meses después. Villanueva terminaba en sexto lugar en la
velocidad, tras caer ante Rousseau en cuartos y ser segundo en la final del
quinto al octavo, y David Cabrero, séptimo en el keirin, tras ser cuatro
en su semifinal, y decimoquinto en el kilómetro (1:07.710).
La otra gran protagonista del éxito
francés fue Felicia Ballanger, ganadora de la velocidad al derrotar en
la final a la rusa Oksana Grishina, con la ucraniana Iryna Yanovych como bronce,
y de los 500 metros, con un tiempo de 34.140, medio segundo menos que la
australiana Michelle Ferris, en un podio que completó la china Jiang Cuihua. Un
doblete que, sin embargo, no era nada nuevo para ella, ya que lo había obtenido
en todos y cada uno de los Mundiales que había disputado entre 1995 y 1999.
Por el contrario, en la persecución
Alemania recuperaba su antiguo dominio, tanto por equipos, con Guido Fulst,
Daniel Becke, Olaf Pollack, Robert Bartko y Jens Lehmann, como en la
individual, con estos dos últimos ciclistas como protagonistas de una final
en la que el primero se imponía claramente (4:18.515 a 4:23.824), con el
australiano Brad McGee superando por apenas 4 décimas al británico Rob Hayles
en la consolación.
Para España, posiciones muy lejanas a las logradas en Atlanta: duodécima para el equipo (Miquel Alzamora, Isaac Gálvez, José Francisco Jarque y Toni Tauler), y decimosexta para este último en la individual.
Terminamos el balance de las pruebas de pista con el fondo femenino que tuvo una protagonista de excepción en la neerlandesa Leontien Zijlaard-van Moorsel, que volvía a la competición tras una anorexia nerviosa que le causó graves problemas. En la persecución ya demostró su ‘hambre’, al marcar un mejor tiempo en la clasificatoria tres segundos mejor que la siguiente corredora, establecer un récord del mundo (3:30.816) en la semifinal, y superar en la final a la francesa Marion Clignet por cinco segundos (3:33.360 a 3:38.751), con la británica Yvonne Gregor imponiéndose por apenas una décima (3:38.850 a 3:38.930) a la neozelandesa Sarah Ulmer en la lucha por la otra medalla. En la puntuación mantuvo un intenso duelo con Antonella Bellutti -campeona olímpica en Atlanta en persecución y que en esta ocasión solo pudo ser quinta- y con Olga Slyussareva, con un último sprint que decidió a favor de la italiana, por delante de la neerlandesa y de la rusa, con la española Ruano encaramándose a la séptima posición tras ganar el último sprint.
Pero el gran éxito de Van Moorsel llegaría algunos días después, al ganar tanto la contrarreloj como la prueba en línea, con un doblete -y un balance de cuatro metales- que jamás ha logrado una ciclista en una misma edición.
Fuentes: Olympics.org, Olympedia y Wikipedia.
Fotos
- Freeman, en la salida de los 400 con su sorprendente atuendo. Foto: Olympics
- Llaneras, celebrando su oro. Foto: COE
- Podio del keirin masculino. Foto: Wikipedia
- Alemania, primera selección en bajar de los 4 minutos.
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