Llevaba mucho tiempo queriendo escribir una semblanza
del australiano Danny Clark, uno de los mejores pistards de la historia, no
sólo por su palmarés y polivalencia, sino por su carácter abierto, siempre
dispuesto a charlar, a bromear con cualquiera. Y sobre todo por su forma
de entender el ciclismo. Y nada mejor que hoy, en su septuagésimo cumpleaños,
cuando sigue entrenando -así lo llama- como cuando era profesional -lo contaba
a Ride Media hace apenas tres años-, pesando los mismos 72 kilos que cuando
corría y disfrutando de la bicicleta como nadie.
Clark, nacido en Lauceston (Tasmania) en 1951, pronto
destacó a nivel australiano gracias a su ilusión superando sus escasos medios,
lo que le llevó a competir en los Juegos de la Commonwealth en 1970, con 19
años, donde ganó la medalla de plata en la persecución y entrar
en el equipo olímpico que competiría en Munich, dos años más tarde, donde
ganaba la medalla de plata en el kilómetro, así como la décima plaza en la
persecución por equipos, en unos tiempos en los que la preparación de la
selección ‘aussie’ estaba muy lejos de los niveles de tecnificación que exhiben
actualmente.
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Collage en Facebook Grame Browne Crit |
La experiencia le dio la oportunidad de ver que su
futuro como ciclista estaba en Europa. Y aunque durante algún tiempo intentó
hacerse un hueco en el ciclismo en carretera, su carrera se vincularía
definitivamente a los velódromos… sin dejar de lado la ruta. Sobre ello confiesa
que “mi ídolo era Rusell Mockridge. Siempre quise
ser como él, quería ser alguien que pudiera competir en todos los eventos, ya
sea en la carretera o en la pista. Solo quería
ser un buen todoterreno y eso es lo que hice. Ahora hay mucha especialización y
ahora tienes a los velocistas, y ellos hacen lo suyo. Los perseguidores
hacen lo suyo. Hace años, todo el mundo hizo de todo y fue muy
emocionante”.
Quizá por eso le veamos en el libro de oro de las pruebas de Seis Días, donde llegaría a ser el segundo ciclista
más laureado de todos los tiempos, detrás de Patrick Sercu, aunque sus
comienzos fueron muy precarios, ya que se lanzó a la aventura sin medios,
hasta que se comenzó a labrar un porvenir que se traduciría en 74 carreras
ganadas entre 1972 y 2000, casi siempre con compañeros como Don Allan o Tony
Doyle. Y siempre enfrentándose a un Sercu al que no le gustaba el estilo
tremendamente combativo del tasmano, y que tuvo algunos grandes momentos
como cuando el belga competía formando pareja con Eddy Merckx y el australiano
se emparejaba con su gran rival, Freddy Maertens. Aunque también brillaba en
los momentos de descanso, cuando no le hacía ascos a subir al escenario para
marcarse alguna actuación musical.
Pero también brilló en los Mundiales, y en dos
disciplinas tan distintas como el keirin -arco iris en 1980 y 1981 y plata los
dos años siguientes- y en mediofondo -oro en 1988 y 1991, y otras tres veces
medallista-, e incluso ganando en carretera, aunque a posteriori nos habría
gustado verle en las grandes clásicas, lo que ocurrió por última vez cuando
tenía 49 años, en el Tour de Tasmania, donde todo comenzó. Fue su última
victoria, pero su vida seguiría vinculada al ciclismo, como motorista en los
velódromos, como corredor masters… y como exponente de una forma de vida.
Hace muchos años vi no sé dónde que por encima de los aficionados están los profesionales, y por encima de éstos están los artistas.
ResponderEliminarGrandísimo Danny Clark que, además de lo expuesto, no dudó en prodigarse con parejas de menor nivel en pruebas de segunda línea, como auténtico profesor de lujo. Nuestro Indurain puede dar fe de ello.