De entrada, Brunet destaca algo básico, pero que se olvida
frecuentemente. “Los corredores se sienten satisfechos cuando han batido sus
récords de potencia. Sin embargo, casi olvidamos que el objetivo no está
ahí. Mejorar la potencia es sin duda un eje de entrenamiento, pero el
objetivo final es rodar más rápido. Cuando te pones de pie sobre los
pedales, generas inmediatamente un 30 % o más de potencia, pero no vas más
rápido”. Por ello, recuerda que “una forma penetra tanto mejor en el aire
cuanto más débil es su superficie de fricción”, de lo que se encarga la
aerodinámica (o hidrodinámica en el caso del remo) una de las líneas de trabajo
del THPCA.
Foto de Brunet, en su perfil de Twitter |
Especialmente interesante es la adaptación a la pista, ya que según explica, cada velódromo es único. “En la pista, un ciclista pasa más tiempo en las
curvas que en las rectas. Se inclina, y este ‘efecto de giro’ mecánicamente muy
complejo debe usarse para maximizar la velocidad. Pero ajustar el modelo de
distribución de esfuerzos al diseño de la pista no solo afecta a las
trayectorias, el trazado, la estrategia de relevos, sino también a la gestión
de la energía ‘en bruto’: todo eso está muy bien para determinar que, de acuerdo
con las leyes mecánicas, un ciclista idealmente desviarse en ese lugar
en el turno, pero si se ‘atasca’ en la entrada, ¿qué debe hacer? De hecho,
la ecuación es compleja”.
Otro aspecto que destaca Brunet es que “los sensores de
potencia existentes no permitían recopilar datos fiables en las competiciones. Además,
adolecían de una gran carencia: al necesitar una primera vuelta de platos y
bielas para establecer la primera medida, no proporcionaban ningún dato de par
ni potencia en las arrancadas”. Y aquí, en colaboración con la empresa en Phyling
-una start-up de Polytechnique- se está trabajando en ese medidor de potencia
específico.
En definitiva, un trabajo que será interesante seguir de
cerca.
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