Italia celebrando una de sus medallas. Foto. FCI |
Pero ciñéndonos a lo que ha habido en los seis días
de competición en Anadia, no es en absoluto injusto decir que Italia ha
sido, con diferencia, la mejor selección, gracias a sus 16 medallas de oro, 3
de plata y 5 de bronce, para un total de 23 metales, si bien Alemania se
llevaba mayor número de preseas, 29, pero de menos valor (8, 13 y 8), con Gran
Bretaña como tercera selección en discordia, con 21 (5, 9 y 7).
Italia ha gestado su triunfo en la ‘tabla de
medallería’ -como dicen nuestros colegas
sudamericanos- gracias al dominio en las pruebas de fondo, en especial en
las persecuciones, donde se llevaron las cuatro por equipos y tres
individuales (solo les faltó la sub23 masculina). Entre sus estrellas,
destacamos a la sub23 Silvia Zanardi, con tres oros y un bronce, y a la junior
Federica Venturelli, con tres títulos.
La guinda de los transalpinos
Los dos equipos alemanes de velocidad juniors. Foto: BDR |
En cuanto a Alemania, su dominio se ha plasmado en las pruebas de velocidad femenina de las dos categorías, con la sub3 Alessa-Catriona Propster y la junior Clara Schneider, con tres otros cada una, sin poder completar el pleno en los 500 metros. También se llevaban la prueba por equipos junior masculina. Los persecucionistas Nicolas Heinrich y Tobias Buck-Gramcko volvían a darle un doblete a su país -pero intercambiando sus posiciones del año pasado-, pero sin cuajar todavía en las pruebas por equipos, ni en las de fondo, donde tuvieron a un excepcional Tim Torn Teutenberg.
La selección británica, al completo. Foto: UVP-PT |
Y terminamos el repaso, con la nación anfitriona, que no pudo lograr un balance tan exitoso como en 2021, pero que ratifica su condición de ‘clase media’ continental, con la plata de Diogo Narciso en la agitadísima puntuación y el bronce de Daniela Campos, en scratch. Un año más, un balance mejor que el de España, que se ciñe al bronce de Beñat Garaiar en el kilómetro, al cuarto lugar de Eva Anguela en la eliminación, y al quinto puesto de José Segura en el ómnium junior, sobre todo por la forma en que lo corrió.
Foto: JMA |
Cómo siempre, han sido las individualidades las que han ‘salvado’ la actuación española, si alguien puede pretender que una medalla de bronce -entre 131 que se repartieron- se considere como un resultado deportivo aceptable. En el medallero se traduce en una duodécima plaza, al nivel de potencias tan poco tradicionales en esto de la pista como Eslovenia o Israel. Y eso que se participó en casi todas las pruebas.
Pero la comparación que se debe hacer este año es la
de las cuartetas, ese objetivo ‘de futuro’ que lleva ya muchos meses
vendiendo la Federación y que sí es una necesidad, claro está, pero siempre que
se trabaje con un mínimo de planificación, de rigor y de trabajo… y no como ha
sucedido, sin criterios a la hora de elegir -y ya no digo de ordenar- a los
corredores o aplicar el trabajo, con órdenes y contraórdenes prácticamente a
diario y con una obsesión por los tests que ha impedido cualquier tipo de
preparación técnica -lo poco que había fue lo que hizo Martínez Oliver y su
grupo en los meses de invierno- y con algunas otras cosas más que es mejor
callar. Y que nadie ose a echar la culpa a los corredores porque no la
tienen: con un buen trabajo técnico estarían mucho más arriba.
Para no ser muy extensivos, España ha ocupado la última posición en las cuatro categorías, menos en la junior masculina… por un fallo de la cuarteta belga que se fue más allá de los 4:34. Y con unos tiempos que lo dicen todo. Alguno se justificará diciendo que es un trabajo a largo plazo, pero para grandes construcciones, buenos cimientos… que es algo que ahora mismo no existe en el ciclismo en pista nacional. Y tras las últimas decisiones, peor aún.
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