Solamente que, me temo, mucho habrá que trabajar en para
intentar acercarnos a Italia. Porque lo de ponernos a su altura es
irrealizable a corto o medio plazo. Y desde luego, cualquier camino que siga
las directrices actuales está condenado al fracaso. A pesar de tener una de
las mejores generaciones de pistards de los últimos tiempos… que han nacido en
el país equivocado.
Pero no hablemos de España, sino de Italia (y que
cada uno haga las comparaciones que quiera y se desquite con quien quiera).
Y hay que comenzar refiriéndonos a una cuarteta que el
año pasado se proclamó campeona del mundo con tres juniors de primer año y que
en este Europeo refrendan su nivel batiendo el récord del mundo con una
marca extraordinaria, de 3:53.980, al alcance de pocas cuartetas absolutas. Y
una femenina que, sin hacer tanto ruido, también lograba el entorchado
continental, por segundo año consecutivo.
Con ello, se garantizan la continuidad de sus notables
cuartetas élites, confirmando ese tipo de trabajo que se realiza también en
países como Gran Bretaña o Australia: primero hay que destacar como pistard
y desde ahí el camino es mucho más llano hacia la carretera. Que se lo
pregunten a Elia Viviani, Filippo Ganna, Simone Consonni o a Jonathan Milan y
que se lo vayan preguntando también a Manlio Moro y otros que llegan por detrás.
Una cuarteta que no se obsesiona con tener a un
kilometrista como arrancador, como pasa en otros lares, ya que el junior
que se llevó los 1.000 metros, Davide Stella, no está incluido en el equipo
de persecución. Pero tiene condiciones para brillar en tres pruebas tan
diferentes como el kilómetro, el scratch y la eliminación, como demostró
en todas ellas con sendos oros.
Un país que no tenía velocistas y que gracias a un
técnico específico como Ivan Quaranta, que ha buscado hasta debajo de las
piedras, ha logrado construir un equipo capaz de ganar la velocidad por
delante de países que tienen mucha más tradición e incluso mimbres, como
Alemania o Países Bajos, y que encima es capaz de llevar al estrellato no sólo
a Mattia Predomo, del que ya sabíamos sus cualidades y las demostró en la
final de velocidad, sino a Matteo Bianchi, que se iba de Anadia con los dos
títulos restantes, kilómetro y keirin. No llegarán a París 2024 porque les
ha pillado demasiado pronto (y sólo hay ocho plazas), pero no andarán muy
lejos. Y ojito con ellos para Los Ángeles.
Es cierto que en Italia hay dinero, pero tampoco a los
niveles que hemos visto en los últimos años en Gran Bretaña o ahora en Francia de
cara a París 2024. Y no podemos decir que en España no lo haya, porque
empieza a notarse; otra cosa es lo adecuada que sea su utilización. Y no
nos olvidemos que, a nivel de instalaciones, están a años luz de España, ya
que sólo tienen una cubierta, Montichiari, y que resulta insuficiente por
sus muchos problemas, sin que llegue a materializarse ninguna de las
alternativas.
Pero lo que hay es un plan de trabajo; unos técnicos
experimentados y competentes, que se centran en lo que se tienen que
centrar y no están dispersos en varios cometidos o vanagloriándose de sus
victorias pírricas, que trabajan en coordinación con los técnicos regionales
y con el entorno de los ciclistas, y que están respaldados por una verdadera
estructura administrativa de pista; unos corredores que saben que la pista
es un camino hacia la carretera… tras haber conseguido el éxito en la pista
en la que no escatiman esfuerzos. Y una estructura federal que sabe que, aunque
esos velódromos sean auténticos dinosaurios, sirven no sólo para realizar un
trabajo de base a lo largo de todo el año, sino que son incluso capaces de
albergar unos Campeonatos de Italia sin que a nadie se les caigan los
anillos por correr en una pista descubierta, de cemento y de 396 metros.
Querido Luis, como siempre sublime, es verdad que habían países que se acercaban y preguntaban, para copiar, y aprender, éramos un país envidiable con poquísimos recursos y muchas trabas..
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