Se trata de uno de los velódromos más antiguos de Europa
y del que he podido conocer bastantes detalles gracias a un magnífico reportaje publicado recientemente en Kyiv Post. Concretamente el tercero, tras los de
Erfurt (1885) y Herne Hill (1891), inaugurado en 1913 como un complejo
cultural y deportivo único que, entre otras actividades, contaba con un
espacio para proyecciones al aire libre y un teatro de verano al aire libre. Ivan
Bilenko fue el constructor de este espacio, que en su tiempo fue conocido
con un curioso nombre, ciclódromo.
La inicial superficie de asfalto fue sustituida por una de
hormigón después de la II Guerra Mundial, con varias modificaciones para ganar
en visibilidad y adaptando sus medidas a los 286 metros actuales, una cuerda
muy similar a la de Anoeta. Sin embargo, la reforma más ambiciosa, en 1978,
poco antes de los Juegos Olímpicos, no fue precisamente un éxito: el cambio
de la superficie de hormigón por madera de alerce siberiano, pensando en una
pista de reserva para Moscú, tuvo una duración muy limitada ya que las
condiciones atmosféricas afectaron a la madera que se deterioró rápidamente y…
fue sustituida nuevamente por un hormigón especialmente tratado para
garantizar las mejores condiciones.
Costó esfuerzo y tiempo, entre otros motivos porque una
primera restauración de la pista no convenció en absoluto a los ciclistas
por sus irregularidades. Pero finalmente fue inaugurada el 21 de mayo de 2017.
Y como un adorno especial, un mural
del artista canadiense Emmanuel Jarus en un edificio vecino, quien se pintó a
sí mismo montando en bicicleta.
Ahora lo que hace falta es que pueda volver a usarse con
normalidad… pero eso no depende del mundo del ciclismo, siquiera de ámbito
deportivo.
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