Aunque actualmente todo el mundo relaciona la persecución
masculina con los 4.000 metros, no siempre ha sido así. Desde que se
incluyó la prueba en el programa mundialista, en 1946, tras el fallido intento de 1939 a causa del estallido de la II Guerra Mundial, hasta la unificación de
las categorías en Hamar 1993, existieron dos categorías, aficionados y
profesionales, con distintos recorridos: mientras que los primeros cubrían
los cuatro kilómetros, la distancia de los pros era de cinco.
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Rivière, el primero en bajar de los seis minutos Foto: Wikipedia |
¿A qué se debe la diferencia? A falta de documentación
fidedigna, tengo que tomar como válida la teoría de que los profesionales no
estaban dispuestos a comparaciones con los aficionados si recorrían la
misma distancia, por lo que se aumentó la suya hasta los 5.000 metros, dejando
a los amateurs en la habitual en esta época para todo el mundo,
independientemente de su categoría. En todo caso, lejos de las primeras pruebas
de esta disciplina, que llegaron a ser de diez kilómetros, pero se
redujeron para aumentar su interés (modernos los antiguos).
Fueron 48 años en los que por el Mundial -profesional-
pasaron grandes estrellas de la carretera como Fausto Coppi, Roger Rivière,
Rudi Altig, Ferdinand Bracke, Roy Schuiten, Francesco Moser, Gregor Braun, Bert
Oosterbosch, Alain Bondue, Lech Piasecki o Viatcheslav Ekimov, por hablar de
los que consiguieron el ‘arco iris’, aparte de otros como Hugo Koblet, Ercole
Baldini, Jacques Anquetil, Ole Ritter, Knut Knudsen o Armand de las Cuevas, aunque
el rey fue el británico Hugh Porter, cuatro veces campeón, dos veces medalla de
plata y una más de bronce, junto con otro metal de este valor como
aficionado. Eso sí, en los Juegos Olímpicos ninguno de ellos pudo defender
su suerte por su condición de profesional, en una prueba que lógicamente se
siguió disputando sobre los 4.000 metros.
Competiciones a cuatro rondas
También hay otro curioso detalle y es que, tanto en
profesionales como aficionados, la competición se disputaba en cuatro rondas:
clasificatorias, cuartos de final, semifinales y finales, con lo que podías
compensar una mala actuación inicial, muy lejos de la simplicidad actual,
que no permite errores en la clasificatoria: hay que ser el mejor desde el
inicio.
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Hugh Porter, el rey de los 5 kilómetros. Foto Wikipedia |
Medio siglo sobre el que resulta muy complicado tener algunas
referencias de los tiempos. Primero, porque no se consideraban récords
hasta 1991 -con una suspensión de la medida en julio de 1992 y una
rectificación favorable definitiva el 31 de agosto- las marcas realizadas
con dos corredores en pista. Y segundo, porque se distinguían los
récords a nivel del mar de los establecidos en altitud, diferenciándose también
los conseguidos al aire libre de los que se lograban en pista cubierta.
Todo un galimatías que se resolvió precisamente con la unificación de
categorías y redujo la tabla de plusmarcas de 94 a 20.
También estuvieron vinculadas al récord de la hora como
marcas al paso la del danés Hans-Henrik Ørsted (5:45.64) y la de Braun cuando
afrontó el récord de la hora en enero de 1986 primero en México y luego
en La Paz donde la rebajó a 5:44.700, aunque sin éxito en sus tentativas en
distancias superiores.
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Moreau, el más rápido en los 5.000 metros. Foto: Wikipedia |
Y como simple curiosidad, en lo referido a plusmarcas
registradas en pista cubierta, tenemos en la tabla de récords la), de
Francis Moreau en el Mundial de Stuttgart 1991 (5:40.617), aunque curiosamente
en la final hizo mucho mejor tiempo (5:34.444), según encontramos en el
anuario VELO.
En los años ochenta la división dejó de tener sentido,
y la unificación se plasmó en los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996, aunque
en los Mundiales ya se había oficializado tres años antes, en Hammar 1993.
Y como había que decidir entre las dos distancias, lógicamente primó la
menor, que además era la tradicional, aunque ya nadie se acordaba de ello.
La decisión tuvo polémica en su momento, y durante algunos
años después, con defensores y detractores de las dos posiciones… aunque no creo que, tres décadas después,
alguien tenga interés en recuperar los 5.000 metros. Y como bien me dice un
referente como Sergi Escobar sobre la diferencia que podría haber, contesta con
un lacónico “55 segundos más”, para añadir que “seguirían ganando los
mismos”, aunque me temo que la emoción concentrada de cuatro minutos podría
incluso diluirse si aumenta el tiempo.
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