Uno de los grandes secretos del ciclismo en pista español, la ubicación de las maderas del velódromo de Carabanchel, ha quedado desvelado esta semana con ocasión de la pregunta planteada por la concejala del Ayuntamiento de Madrid María Caso, portavoz adjunta del Grupo Municipal Socialista en la Comisión de Cultura, Turismo y Deportes, sobre si “tiene previsto el Área Delegada de Deporte dar uso al velódromo almacenado en el Pabellón de Bancadas”.
Con ello hemos sabido que la madera del velódromo se
encuentra actualmente almacenada, aunque no se sabe desde cuando, en dicho
recinto de la Feria Internacional del Campo, junto a la Casa de Campo. Pero
también los planes sobre dicha instalación, como refleja Madrid Diario en un amplio e interesante reportaje, recogiendo la respuesta de la concejal delegada
del área delegada de Deportes, Sonia Cea, que dijo que el Consistorio no
plantea dar un uso “en un futuro próximo” a los 70.000 metros lineales de
madera afzelia del Camerún de dicho velódromo.
Foto: Grupo Municipal Socialista/Madrid Diario
Por muy loable que sea el deseo de los socialistas
madrileños, hay que recordar que la madera no deja de ser parte de una
construcción que, desgraciadamente, tendría que completarse con una estructura
que requiere una elevada inversión y mantenimiento, y cuyo destino
no serían mayoritariamente los vecinos, sino el deporte de alto nivel. Una madera que se
desmontó y se renumeró por si se usaba de nuevo, lográndose mantener casi un
80% de la misma. De todas formas, el velódromo de Carabanchel era de 333,3
metros, cuando ahora mismo ese tipo de pistas ya no se usan por lo que tampoco tiene sentido su reensamblaje, aunque la
madera podría ser aprovechable para una de 250 metros, o incluso de cuerda
inferior.
Vista del velódromo original. Foto Canalda y Buendía/Madrid Diario
No estamos hablando de una obra barata, ya
que no se trata de llegar y superponer los listones de madera,
pero tampoco de la insensatez de construir de cero un megalódromo ahora
mismo innecesario para el ciclismo español. Y, desde luego, mucho mejor
alternativa que dejar pudrirse literalmente una madera de alta calidad que
costó mucho dinero y esfuerzo a todos los españoles, no solo a los madrileños.
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