Van den Wouw, cada vez con más peso en la selección neerlandesa. Foto: UCI Track |
Ni que decir tiene que Países Bajos se sostuvo una vez más en sus velocistas masculinos, aunque en esta ocasión tuvieron un perfecto complemento en Hetty Van den Vouw, pese a lo desesperante que pueda parecer ser tres veces plata, y en Lorena Wiebes, que no pudo tener mejor entrada en un Mundial con su oro en el scratch, y que ojalá tenga continuidad (y sin excepciones UCI como esta vez para poder participar). En el fondo masculino, Yanne Dorembos también ratificó sus buenas maneras, aunque el balance no sea satisfactorio, en especial por esa descalificación de Jan-Willem Van Schip.
Los británicos no sumaron esta vez ningún titulo masculino, pero sí cuatro femeninos,
dos de Emma Finucane -pese a no poder estar en el podio en las otras dos en las que intervino- y otros dos de la sorprendente
Anna Morris, derrotando en la última final de 3.000 metros a Chloe Dygert que venía de batir el récord del mundo, y
mostrando una vez más su importancia cada vez mayor en la cuarteta.
Bigham y su heredero, Charlton. Foto: British Cycling |
De todas formas, si me tengo que quedar con algo de la
actuación danesa es el impresionante comportamiento del público en las ceremonias protocolarias: su
canto ‘a capella’ nos puso a todos los pelos como escarpias, desmintiendo esa
imagen de frialdad que todos tenemos de los nórdicos.
Por su parte Japón también se tomó la revancha de París
-y de otros tiros al poste de años pasados-, llevándose tres oros, y dos
de ellos con un tremendo significado como son los de keirin, en ambos sexos,
con Kento Yamazaki y Mina Sato.
Nueva Zelanda, con solo dos corredoras, se llevó cuatro medallas, tres con una ambiciosísima Ally Woolaston, mientras que Bélgica se llevó la victoria en un ómnium de gran valor, con un inconsolable Lindsay de Vylder.
Despedida soñada de Leth con ese doble 'arco iris' y algo menos espectacular de Mørkøv. Foto: UCI Track |
Claro que para efectividad la de Rusia (o AIN según esa absurda nomenclatura oficial), con una Yana Burlakova que subió a lo más alto del podio de los 500 metros escuchando de forma incomprensible el 'Himno de la Alegría' y sin aparecer luego su éxito en el medallero colectivo.
Y aunque el balance de Italia no es malo, y tuvieron uno
de los momentos estelares con la victoria y récord de Jonathan Milan, en el
resto de pruebas estuvieron por debajo de lo esperado o, cumpliendo acorde con su nivel. Eso si, Elia Viviani subió por cuarta vez consecutiva al podio de la eliminación, aunque esta vez no fuera a lo más alto.
Preparando el relevo
Claro que no se trataba sólo de estirar París, sino de ir
comenzando el trabajo para Los Ángeles, y en algunos casos, con destellos
ya interesantes. Como por ejemplo Australia que no echó mucho en falta el adiós
de los dos ‘Matthew’ en su equipo masculino, y ha reconstruido el femenino cuatro
años después con un trío de garantía.
Australia ya tiene relevo entre sus velocistas. Foto: AusCycling |
Incluso en la persecución fue agradable ver a las nuevas
cuartetas de Suiza -en ambos sexos-, la masculina de Estados Unidos o la
femenina de Bélgica, con prestaciones más que dignas y tiempos muy por
debajo de los que sigue ofreciéndonos España.
Y es que, en lo que respecta al combinado nacional, nada nuevo que decir salvo lo que llevamos repitiendo año tras año: en las pruebas olímpicas se trabaja poco, mal o incluso rematadamente mal; en las otras siguen siendo las individualidades las que salvan los muebles, tanto con veteranos como Sebastián Mora que volvió a dar un oro a España ocho años después y se ha convertido en el segundo pistard español más laureado de la historia, como jóvenes con el desparpajo de Mario Anguela, e incluso con una persecucionista como Izzy Escalera, también con su propio interés y ajena al esquema federativo que incomprensiblemente no la incluyó en la cuarteta.
Y es, como dijo Einstein, “la locura
está en pretender obtener resultados diferentes haciendo siempre lo mismo.” Y con el agravante de que ahora hay dinero que no se debería gastar tan mal, y corredores con hechuras y ganas, pero cada vez más frustrados por lo que sufren y de lo que no pueden hablar, no sea que sean defenestrados. Es hora, pues, de dejar de hacer lo de siempre, y sobre todo, de que los de siempre dejen de hacer.
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