Una historia -desgraciadamente breve- de los Seis Días en España (2): Dominio foráneo en 1952 y protagonismo nacional un año más tarde

Como contábamos en la primera parte, el viernes 6 de junio de 1952, a las 22:45, arrancaban los primeros 6 Días ciclistas de Barcelona-Gran Premio Champaña Freixenet. Siete parejas extranjeras, seis españolas y una mixta se presentaban en el Pabellón del Deporte, tras haber pasado un reconocimiento médico en una de las iniciativas más valoradas en su momento.

Entre los extranjeros no había grandes nombres, aunque sí ciclistas con mucho oficio en las entonces muy populares y abundantes pruebas por toda Europa. Así, se señalaba a Pierre Iacoponelli y Alvaro Giorgetti, realmente de nacionalidad francesa, aunque tanto por sus apellidos como por el ligar del nacimiento del segundo eran señalados como italianos, a los alemanes Hans Preiskeit y Otto Ziege, y sobre todo a los neerlandeses Cor Bakker-Henk Lakeman. Este último se ganó pronto al público ya que no dudó en coger más de una vez el micro para cantar al público, en esa tradición que aún se mantiene en los Seis Días.

Sin embargo, los españoles no se arredraron, y desde el principio se dejaron ver dos corredores que ya tenían una merecida fama nacional, aunque sus grandes éxitos mundiales llegarían algunos años después. Nos referimos a Guillermo -como aparecía en los diarios de la época- Timoner y a Miguel -lo mismo- Poblet. El primero fue encuadrado con Miguel Bover, pero peor suerte tuvo el catalán, ya que comenzó con Pedro Sant, continuó con Mariano Corrales y terminó con el francés Henri Surbatis.

También tuvieron un notable nivel los baleares Miguel Gual y Pablo Coscolluela, líderes el tercer y cuarto día, antes de dar el relevo a Timoner-Bover, que llegaron a la jornada final en primer lugar. Sin embargo, la experiencia -¿y la entente?- de las parejas foráneas se hizo notar ese último día, cuando Bakker-Lakeman pasaron de la segunda a la primera plaza, con una vuelta ganada, aunque solo sumasen 38 puntos, colocándose inmediatamente después en la general todas las parejas foráneas: a un giro -aunque en la general adjunta aparece el total de vueltas cubiertas, 17.439- encontramos a los alemanes, con 114, ya las parejas belga Maurice Depauw junior-Ernest Thyssen y suiza Walter Zehnder- Jean Roth. Poblet -acompañado de Surbatis- era el mejor de los nacionales, en sexta posición, con Gual-Cosculluela, séptimos, y Timoner-Bover, novenos, a cuatro, seis y ocho vueltas, respectivamente.

De entre los detalles anecdóticos, aparte de ese aluvión de primas y ese constante fluir de famosos por el velódromo, me quedo con un detalle curioso: la lluvia -no demasiado intensa- apareció en una de las noches y la prueba no se paró, sino que se neutralizó, ya que los corredores tuvieron que seguir rodando hasta que escampó y se puedo continuar con la competición.

De junio a septiembre

Las fechas de la segunda edición, sin embargo, tardaron más tiempo en concretarse y no fue hasta los primeros días de septiembre cuando se anunciaron: del 18 al 24 de ese mismo mes coincidiendo con las fiestas de la Merced. Y diferencia de 1952, no aparece ninguna firma vinculada con el Gran Premio.

Eso sí, las primas volvieron a ser parte imprescindible de la prueba, llegando incluso a sortearse una Vespa para el público. La edición volvió a contar con un ‘padrino’ como el actor y locutor Gerardo Esteban para captar a famosos y ‘vedettes’ que se prodigaban por el velódromo, entre los que debemos señalar a Paco Martínez Soria, que junto al futbolista César, dio la salida a esta segunda edición. Por el contrario, las atracciones fueron bastante menos numerosos y provocaron cierto desencanto entre los aficionados que se congregaron, en especial en los (muchísimos) tiempos en que el interés deportivo decrecía, a pesar de los esfuerzos de Carlos Pardo, al que encontramos como ‘speaker’ de la prueba.

Lo que sí hubo fue bastante interés por participar, tanto de algún ciclista extranjero que se plantó a las puertas del velódromo por si había alguna ausencia de última hora, como de muchos ruteros que, apenas unos días antes, habían destacado en la ‘Volta’. Fue el caso del ganador de la ronda catalana, Salvador Botella, emparejado con un especialista como Santiago Mostajo, aunque no terminaría la prueba, o de Bernardo Ruiz, que participó junto a Vicente Iturat, aunque con un protagonismo reducido. Federico Martín Bahamontes, rey de la montaña de la ronda catalana, probó en los días previos en la pista del Pabellón, pero al final no llegó a un acuerdo -suponemos que económico- para participar-. Tampoco intervino Timoner, aunque en algunos medios foráneos sí aparece, confundido con su hermano, Ato.

Las mayores opciones españolas corrían a cargo de Miguel Poblet, que volvía a correr con Ferdinando Terruzzi, con el que había ganado brillantemente en junio los Seis Días de Argel, aunque los primeros líderes fueron dos especialistas, como los hermanos Saura, Bielet y José, aunque al final no estarían entre los mejores.

Por parte extranjera, se destacaba nuevamente a Lakeman, cuya mejor tarjeta de presentación era traer un nuevo repertorio de canciones, como anunciaba en la víspera, y que en esta ocasión vino acompañado del alemán Waldemar Knoke, al que se ‘vendía’ como ganador en Berlín, aunque realmente había sido tercero. El germano abandonaba pronto por enfermedad y el neerlandés fue reagrupado con el danés Otto Olsen para terminar quintos, pero sin tener demasiado protagonismo.

Tras un par de noches en las que los franceses Robert Chapatte-Serge Blusson y Roger Godeau-Henri Surbatis, Poblet y Terruzzi comenzaron su asalto al título, aunque la última noche comenzaba con el liderato de Jean Roth y Walter Bücher, con otra pareja hispana, Jorge Claros-Pablo Coscolluela, también con bastante protagonismo… que se frustró con la caída y abandono del primero.

En esa última noche, la actitud valiente de la pareja italo-española les valdría la victoria, con 168 puntos y con una vuelta de ventaja sobre los suizos, completando el podio una pareja que, sin demasiado ruido, fue a más, ganándose también el reconocimiento de la afición, Francisco Tarragona-Alfredo Estmages, aunque acabaron a seis vueltas.

A pesar de algunos problemas, las dos ediciones fueron un completo éxito, como otras iniciativas deportivas en el Pabellón. Por ello se pensó en la posibilidad de techarlo, pero finalmente se optó por construir un recinto deportivo nuevo, cercano a este, aunque sin pista para ciclismo, lo que supuso el final de los Seis Días de Barcelona, con apenas dos ediciones de vida. Y, en 1955 el viejo Pabellón del Deporte se reconvirtió en un canódromo, mientras que la prueba ciclista ‘reapareció’ en Madrid en 1960.

1 comentario:

  1. Poblet, Clarós y Esmatges, los 3 maestros que tuve la suerte de conocer en el primer curso de captación de talentos para Barcelona 92, allá en la primavera de 1985.
    30 años tuvieron que pasar para que se tuviera un velódromo de verdad.

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