Aunque llevar a cabo una competición de pista es bastante más sencillo que las de otras disciplinas al aire libre, hay un factor clave que puede dar al traste con la organización más cuidada: el programa de competiciones.
Y es que en un evento en un velódromo confluyen
diferentes pruebas y cada una de ellas es susceptible de durar más tiempo que el
establecido. Y como normalmente no hay pausas para recuperar, el retraso
acumulado en una sesión, incluso en una jornada, puede arruinar el éxito organizativo
y deportivo de cualquier evento. Sobre todo, cuando esos retrasos
son cruciales a la hora de los desplazamientos de regreso de los ciclistas,
como desgraciadamente hemos visto tantas veces en Copas o Campeonatos de
España.
Dentro de la Guía UCI para los Comisarios de Pista,
encontramos unas tablas con la duración prevista para cada prueba, desde la
salida de los corredores a la pista hasta que la abandonan, expresada de
forma global para las competiciones de pelotón y por cada ciclista en las individuales
(cronometradas). Obviamente estos tiempos pueden cambiar si hablamos de
competiciones con menos nivel, pero sí ofrecen una pauta muy interesante de
cara a elaborar el horario de cualquier reunión.
Aparte de estas indicaciones, hay una serie de factores
que deben ser tenidos en cuenta cuando se confecciona el programa:
- Alternar pruebas de fondo y de velocidad, así como masculinas y femeninas.
- Programar las clasificatorias como primeras pruebas de la jornada, especialmente si hay televisión, momento para el que dejaremos las finales más interesantes.
- Establecer unos descansos mínimos, de al menos 10 minutos entre series de velocidad con los mismos corredores, de 30 minutos -mínimo- entre cada una de las pruebas de ómnium y de al menos una hora entre las clasificatorias y las finales de pruebas cronometradas como persecuciones o kilómetro. En este caso lo ideal es que tengan lugar en dos sesiones distintas, aunque hemos visto casos como el del reciente Campeonato Asiático que eran en la misma. El tiempo de recuperación en estos casos no tiene por qué ser igual para todos los corredores, pero sí razonable.
Las ceremonias protocolarias no deben ser inmediatas al término de una prueba, hay que dejar recuperar a los ciclistas, pero tampoco se deben posponer en exceso para que el corredor pueda retirarse a descansar si no tiene más competiciones en esa sesión. Igualmente, una ceremonia protocolaria puede servir como tiempo de descanso para otra prueba diferente (por ejemplo, entre dos mangas de velocidad). Y por supuesto, que no sea inmediatamente anterior a la participación en otra prueba y que imposibilite calentar. La mencionada Guía de Pista establece un tiempo de ocho minutos por cada ceremonia de premiación.
Esta es la teoría. La práctica puede llevar
a circunstancias que alteren el programa, desde salidas falsas -que la
nueva reglamentación intenta minimizar, aún a costa de poder reducir las
opciones deportivas por mala suerte- y detenciones de carrera por caídas,
hasta dos elementos especialmente graves: las condiciones climatológicas -sobre
todo con la lluvia que puede afectar también a los velódromos cubiertos, como
bien sabemos en España- o los accidentes que dejan el velódromo sin
asistencia médica y por lo tanto obligan a no poder competir, o con la
pista dañada que obliga a una reparación, que no todas las veces es tan
rápida como lo que se desea.
Y por último, el éxito en el cronograma es también
responsabilidad de los técnicos y de los ciclistas, que deben estar preparados
con tiempo suficiente, aunque suelen apurar hasta el final. Los pequeños
retrasos de cada ciclista van sumando y acumulándose hasta llevar a un importante
tiempo inadmisible.
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